Yuval Harari, ni animales ni Dioses, solo humanos que cooperan

Terminé de leer, hace ya casi cuatro meses, el libro de Yuval Harari «Homo Sapiens, de animales a Dioses. Breve historia de la humanidad». Me queda de este libro un buen balance en el sabor de boca final, a pesar de algunas simplificaciones todoterreno, flojas de papeles, y cierta pasión especulativa que pasa por alto bastante evidencia arqueológica, paleoantropológica e histórica que podría relativizar muchas de las afirmaciones que tira sobre la mesa.

Harari, cuya formación de base es la de historiador, a su vez estudia o más bien «repasa» la historia de humanidad, desde la evolución de las especies más antiguas hasta el siglo XXI. El libro está dividido en cuatro partes: la revolución cognitiva, la revolución agrícola, la unificación de la humanidad y la revolución científica.

Si hay una tesis desafiante, que recorre todo el contenido, es la idea de que el Homo Sapiens es la única especie capaz de cooperar flexiblemente a gran escala gracias a la capacidad de creer en entidades que tienen una existencia meramente imaginaria, como los dioses, los países, el dinero o la idea de que existen derechos humanos universales. Estas entidades, aunque son «ficcionales», permiten instalar dinámicas de confianza, pautar objetivos y aspiraciones que trascienden a las personas individuales, y posibilitan, a la larga, procesos de autoorganización que sin su existencia se tornarían imposibles.

Hay que decir que, en el desarrollo general que el autor plantea, el desfile de ideas controversiales se torna no solo inquietante sino, por momentos, difícil de integrar en una única secuencia. Algunas de sus propuestas cuentan con bastante evidencia arqueológica, paleoantropológica y paleobotánica de apoyo, pero otras califican, sin exagerar en la crítica, como deslices de su propia idealización subjetiva e ideológica.

Repasando, creo que resultan razonablemente avaladas por pruebas científicas las ideas que hacen eje en que:

  • Los sapiens prehistóricos parecen haber llevado a las otras especies del género homo (todas humanos), como los neandertales, a la extinción;
  • Estos mismos sapiens serían los responsables de la extinción de la mayor parte de la megafauna original en Australia y en América cuando llegaron allí;
  • La revolución agrícola, que se inició con la promesa de mejorar las condiciones de vida, resultó ser en realidad una especie de «trampa» para la mayoría de las personas, si bien multiplicó la población humana;
  • La agricultura se originó en al menos cinco sitios independientes distintos, y no en uno solo;
  • La dieta de los cazadores-recolectores era más variada que la de los agricultores.

Sin embargo, otras nociones que despliega dependen, en su fundamentación, de creencias y valoraciones que pueden fácilmente no compartirse en un análisis crítico, y entre ellas están:

  • Los cazadores-recolectores fueron más «felices» que los agricultores que los sucedieron, sin que ello implique que sus vidas fueran necesariamente «mejores». Resulta, desde ya, imposible verificar esto sin participar de ideas muy modernas de lo que es la felicidad o el bienestar;
  • El «imperio» ha sido el sistema político más exitoso de los últimos dos mil años; De nuevo, la idea de «éxito» es bastante borrosa en su despliegue en el texto, y refiere sobre todo a la capacidad de sostener una expansión viable durante un lapso relativamente largo;
  • La gente no es mucho más «feliz» hoy que en épocas pasadas, No hay forma de evaluar esto saliéndose de la subjetividad de autor. El tratamiento de este punto, que podría basarse, por ejemplo, en algún procedimiento comparativo pensado para situaciones históricas distintas, brilla por su ausencia.

En una tónica distinta, las ideas que sostienen su argumento básico se realimentan correctamente entre sí y forman parte de un «esqueleto» conceptual que organiza con bastante potencia el texto:

  • El dinero es un sistema basado en la confianza mutua; no se trata de que cada individuo crea en el dinero, sino de que crea que los demás creen en el dinero;
  • Los sistemas políticos y económicos son en realidad religiones, más que teorías o ideologías económicas. Son religiones en el sentido que su «eficacia» depende de un conjunto de creencias compartidas;
  • Gran parte del éxito de Homo sapiens, como comentamos arriba, se debe a su capacidad de cooperar a gran escala, lo que consigue principalmente a través de los mitos creados compartidos por todos como el dinero, el imperio y las religiones;

Finalmente, hay espacio para la toma de posición y hasta cierto «futurismo» que aparece en el cierre del libro:

  • Los Homo Sapiens están actualmente en proceso de convertirse en «dioses», como resultado de su revolución científica y de la capacidad de crear vida o de superar las fronteras de la atmósfera del propio planeta.

Ahora bien, ¿Qué me atrae fundamentalmente de su lógica expositiva y analítica a pesar de algunas señalamientos que aquí figuran y de otros que seguramente quedaron en el tintero ? La búsqueda de comparaciones, la priorización de lo general sobre lo particular de los procesos, y el no rehuirle a los debates éticos sustanciosos en la parte final. Otra cosa que me parece interesante es su falta de corrección política en el sentido de preocuparse más por explicar la racionalidad económica profunda de comportamientos y prácticas que hoy nos pueden parecer aberrantes, como la esclavitud, antes que quedarse en su mera historización y rechazo ideológico. Es un libro desafiante, que a mi entender, y al margen de su desmesura y de cierto sensacionalismo de base, hace pensar y dispara inquietudes en una dirección similar a la de «Armas, gérmenes y acero», de Jared Diamond.